Descripción
El cabrón de mi tío me hizo una putada difícil de olvidar. Hasta el día de hoy, nunca me animé a contárselo a mis padres y solo algunas pocas amigas íntimas lo saben. Resulta ser que una vez, cuando apenas tenía 18 años, inocentemente le pedí que me diera unos masajes. Mi madre siempre decía que él era un masajista experto, así que no tenía por qué sospechar que acabaría metiéndome mano y follándome. El muy cerdo se fue animando cada vez un poco más y terminé a cuatro patas en el sillón, recibiendo las brutales embestidas de su polla en el coño. ¡Lo peor de todo es que me encantó!