Descripción
La rubia se convirtió rápidamente en la sensación del edificio, ya que además de ser un pibón, no paraba de provocar a todos los hombres cuando se los cruzaba en algún sitio. No le importaba que fueran solteros o casados, ella estaba dispuesta a follárselos a todos. Las mujeres la odiaban por eso, y más aun cuando empezaron a enterarse de todos los que ya se la habían follado. Yo fui uno de los primeros. La zorra me encontró en el pasillo, me invitó a su casa y apenas cerramos la puerta me dio un morreo y se quitó la ropa. Completamente desnuda, empezó a chuparme la polla para después voltearse y pedirme que me la follara. ¡Fue el polvo que menos me costó echarme en mi vida!