Descripción
El dueño de la casa entró por la puerta, vio a la rubia sentada con el móvil en la mano, las paredes de color gris y se enfureció. No solo que no estaban los pintores, sino que les había pedido que las pintaran de azul. La guarra, encima, no llevaba camiseta porque hacía calor y estaba casi en bolas, como si esa fuera su casa. El hombre se puso como loco, así que cuando la rubia le preguntó cómo podía solucionarlo, le ordenó que le mamara la polla mientras pensaba en una solución. La tía, en silencio, se arrodilló y comenzó a mamársela. La guarrilla se excitó tanto que se desnudó para que se la follara. El cabrón, ante semejante ofrecimiento, la puso a cuatro patas y se la metió por el culo. Después de romperle bien el ojete, el hombre estaba mucho mas tranquilo. Eso sí, le exigió que al día siguiente, volvieran a pintar todo de azul.