Descripción
La mujer de la limpieza no podía creer lo que tenía delante de los ojos. La polla del albañil que acababa de entrar a mear mientras ella estaba fregando el piso del baño de hombres era realmente inmensa. Nunca había visto un rabo semejante, y se moría por probarlo. La zorra se quitó la bata, se acercó a él solo con la lencería negra puesta y el albañil, gentilmente, se volteó y le ofreció la polla para que se la chupara. Como no podía ser de otra manera, el tío acabó follándosela y, ya que tantas ganas tenía de probar esa polla, se la metió hasta por el culo para que la sintiera en todos los agujeros.
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