Descripción
El gordo maduro estaba yendo a cobrar el alquiler de su piso cuando la inquilina lo mojó sin querer. Ella estaba regando las plantas en el balcón justo cuando él pasó por debajo. Para peor, ella no había logrado juntar todo el dinero, así que cuando el hombre subió y le echó agua en la camiseta para enseñarle lo que había sentido, no tuvo problemas en dejar que él mismo se la quitara. El hombre no se detuvo en ningún momento. Después de ponerla en bolas, comenzó a follársela y la guarra, con tal de que no le reclamara el dinero que le faltaba, se entregó como una puta de esquina.
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