Descripción
Ser prostituta al menos por un día es una fantasía que me persigue desde que empecé a masturbarme. Me he hecho miles de pajas fantaseando con que un hombre me pagara para que fuera su puta, y un día decidí probarlo de verdad. Gracias a mi novio, pude atreverme a cobrar por sexo de la forma más alevosa, que no es otra que currando como prostituta callejera. Con una minifalda infartante y unas medias muy sexys, me paré en la esquina y enseguida se detuvo un hombre para ofrecerme dinero. Por supuesto que acepté y fue el primero que me follé. Aquel tóo no estaba nada mal, tenía mucha pasta y, evidentemente, sabía elegir a las putas más guapas y sensuales.