Descripción
La que diga que para el sexo hay una edad, que intente convencer de eso a esta abuela cachonda que, con 76 años, está descubriendo las bondades del sexo anal. La anciana se pasó toda una vida rechazando propuestas de hacerlo por atrás. Por miedo al dolor, a salir lastimada, a que su culo ya nunca volviera a ser el mismo o a sentirse una puta de esquina humillada y usada, quería conservar el ojete virgen hasta la muerte. Después de enviudar, se animó a dejarse meter un dedo, después dos, luego tres y, finalmente, entregó el culito para que se lo petaran bien duro. ¡Ahora se ha vuelto adicta a las enculadas!