Descripción
Dicen que lo último que un hombre debe hacer con una prostituta es comerle el coño. Por ese chocho seguramente hayan pasado centenares de pollas de todos los tamaños y tipos, y quien sabe con cuantas enfermedades infectocontagiosas distintas. Incluso, hasta en el mismo día, sin que la tía haya podido darse una ducha entre polvo y polvo. Sin embargo, esta negrita tenía un chocho tan perfecto que no pude evitar alzarla en el aire y hundirle la lengua hasta el fondo. Después del cunnilingus me chupó la polla y, por supuesto, me la follé… pero lo que más disfruté fue sin dudas saborear ese coñito.